El bambú japonés y el balance del año
14 de Mayo 2019
El fin de año es un buen momento para hacer el recuento de los sucesos del año que culmina, pero ¿cómo lo podemos evaluar desde la cultura japonesa? ¿Qué tiene que ver la alegoría del bambú japonés con el crecimiento personal?
Este año fue mejor de lo que podrías pensar.
Nuestra memoria negativa tiene a menudo un efecto más notorio que nuestras memorias positivas. Como resultado, a veces subestimamos las grandes cosas que logramos, perdiendo de vista oportunidades de mejora, y empezando un año nuevo con absoluta desesperanza o un optimismo poco realista.
Esta es una trampa fácil de caer, especialmente en los emprendimientos personales, donde los logros intermedios parecen no sumar en comparación al grandísimo esfuerzo y dedicación que merecieron durante todo el año, cada año.
La cultura japonesa sostiene con sabiduría que nuestra persona crece como el bambú, y de allí creo que es un buen momento del año para compartir esta reflexión.
La paciencia, el crecimiento personal y el bambú japonés.
No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es evidente que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada con todas sus fuerzas diciendo: "Crece ya, maldita seas!"
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés, que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas y te preocupas de regarla constantemente, pero durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que el cultivador inexperto estaría convencido de haber plantado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de treinta metros.
¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de esos siete años.
En la vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos instantáneos, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y éste requiere tiempo.
Quizá por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos, recordemos el ciclo de maduración del bambú japonés y hagamos el propósito de no bajar los brazos, ni abandonar por no "ver"; rápidamente el resultado que nosotros esperamos. Sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
En el karate, como en la vida, no existen resultados genuinamente grandiosos logrados sin esfuerzo.
Mi deseo es que aprovechemos este momento del año para mirar hacia atrás sólo una vez, para celebrar nuestra constancia y esmero, que son en sí mismo un resultado: el producto de nuestros más nobles hábitos, estando a la altura de las circunstancias y recordando que cada uno es artífice de su propio destino.
Rodolfo Andrés Geraldes
Fundación Cultural Argentino Japonesa